Odio las espinacas. Siempre las he odiado y siempre las odiaré. Su sabor me resulta vomitivo. Su olor me produce náuseas. Sin embargo, un tal Popeye y una sociedad analfabeta y gregaria convenció a mi madre de que debía comer espicanas día sí y día también para absorber sus infinitos yacimientos de hierro.
Y es que los saberes populares y los remedios de la abuela siempre revisten este problema: o son verdaderos y funcionan o son completamente falsos y parece que funcionan.
Pero ¿por qué la gente sigue creyendo que las espinacas tienen mucho hierro? No hay espacio aquí para ahondar en el proceloso asunto de los memes. Pero sí puedo contaros los antecedentes históricos del asunto.
En los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, se detectó en los Estados Unidos un alarmante incremento de anemias ferropénicas entre los niños. Las autoridades encargaron a un presunto experto la búsqueda de un alimento rico en hierro para introducirlo en la dieta infantil.
El comisionado leyó en un texto científico alemán que las espinacas contenían mucho hierro, sin fijarse en que se trataba de una errata de imprenta. Pero el mal ya estaba hecho.
Una gran campaña gubernamental ya se había desatado, y para apoyarla se mandó crear un personaje de ficción: Popeye. Un marino de brazos deformes que nació en 1929 de la pluma de Elzie Crisler Segar.
Pero la triste (para los niños) realidad era que las espinacas sólo contienen 17 miligramos de hierro por cada kilo de verdura. Las judías cocidas, por citar un ejemplo, llegan a los 76.
Las lentejas también son otro mito que aún hoy se mantienen. Además de lo de “si quieres te las comes y si no las dejas”, argumento que no sirve con las madres, también se las consideran fuente de hierro. Pero las lentejas tienen escaso hierro. Además, contienen fitatos, calcio y fosfatos, que insolubilizan casi todo el hierro, que no se aborbe y se incorpora a las heces.
Si queréis hierro de verdad, tanto hierro que os confundan por la calle con Supermán (aunque él fuese de acero, pero bueno), os recomiendo entonces unos buenos berberechos, que contienen 260 miligramos por cada 100 gramos. Y además los podéis aderezar con pimentón, 236 miligramos por cada 100 gramos. Y si lo acompañáis de morcilla (300 miligramos cada 100 gramos), entonces os aseguro que en poco tiempo os pareceréis a Iron Man.
jueves, 26 de febrero de 2009
El mito de la comida con hierro: las espinacas y las lentejas
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