martes, 8 de julio de 2008

Reanimando a los Muertos


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La historia de la electricidad está llena de grandes descubrimientos que hacen que la vida sea hoy mucho más sencilla. Pero a su vez, para llegar a estos avances, se ha pasado por muchas prácticas que destacan por su extravagancia.

Este es el caso de los estudios de Giovanni Aldini y Andrew Ure, que dedicaron parte de sus vidas a un mismo objetivo: reanimar los cadáveres de personas y animales mediante el uso de la electricidad.

Aldini (1762-1834) viajó por toda Europa realizando espectáculos donde demostraba el efecto de electrificar los cuerpos de animales y personas. Su actuación más significativa la realizó en el Royal College of Surgeons de Londres, con el cadáver de un ahorcado llamado George Forster.

Mediante dos varas conductoras conectadas a una batería, se dedicó a tocar distintas partes del cuerpo, con lo que el cuerpo empezó a reaccionar de forma visible. Al conectarlas en boca y oreja, la mandíbula empezó a temblar, los músculos cercanos se desfiguraron, y el ojo izquierdo se abrió.

Los resultados no fueron mucho más agradables cuando una de las varillas tocó el recto del cadáver. En ese momento, todo el cuerpo empezó a convulsionarse, y como recogieron los diarios de la época, muchos espectadores creyeron que el cuerpo había vuelto a la vida.

Pero Aldini nunca dijo que se pudiera esperar semejante efecto con la electricidad. Defendió que el galvanismo se cumplía en los sistemas nervioso y muscular, pero que no se podía hacer nada con el corazón.

Y precisamente en los experimentos de Aldini se inspiró otro científico llamado Andrew Ure (1778-1857). En 1818, durante una demostración en Glasgow utilizó el cuerpo de un musculoso hombre de unos 30 años, y de nuevo los resultados causaron estragos.

Al colocar una vara en el talón, la pierna se estiró tan violentamente que casi hace caer a uno de los asistentes que intentaba evitar su extensión. Al llevar las varillas al nervio frénico izquierdo y el diafragma, de repente pareció que el cadáver estaba respirando.

Por último, al conectar la vara a la frente y al talón, extrañas muecas aparecieron en la cara del muerto. Ira, terror, angustia y horrendas sonrisas hicieron que el público asistente decidiera marcharse, ya fuera por miedo o por náuseas.

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